Después de unas semanas de asimilación, me decido a
escribir un breve resumen sobre mi experiencia en la Vía Verde del Noroeste (de la Región de Murcia). Aprovecharé así
para destruir definitivamente la redacción que había empezado sobre este mismo
tema hace unas semanas, ya que era un auténtico coñazo. A veces los detalles
sobran, y como no soy precisamente Julio Cortázar, me bastará (supongo) con
dar un par de pinceladas sobre mi viajecillo para generar en el lector (el
único lector, o sea, yo mismo) una vaga idea de lo que uno se puede encontrar
en la dichosa vía. Aclaración: el trayecto de la vía del noroeste (ex-vía
ferroviariamente hablando) que nos marcamos mi hermana y yo a primeros de
noviembre es el que va de Espinardo a Mula. Es decir, nos dejamos el noroeste
de la vía del noroeste para la siguiente ocasión.
Vamos al tema.
Sorpresas
positivas
1) La vía en sí al comienzo. Encontrarse un día
soleado mientras uno pedalea, aún sin cansancio acumulado y al 200% de
motivación, a señores mayores en bici, señoras en chándal rosa, gente paseando
al perro y demás personajes autóctonos transitando porque sí desde Espinardo
hasta la Ribera de Molina, es realmente reconfortante.
2) El síndrome del expatriado-falso turista, que nos
transforma la percepción visual y nos hace calificar de bellos pueblos como la
ya mencionada Ribera. Y es que cuatro casas viejas alrededor de unas piteras y
unas paleras me producen (actualmente) ganas de llorar de emoción. "Esto
me recuerda a Turquía", creo que le dije a mi hermana, que creo que pasó
un poco de mí (porque ella no ha salido de Churra aún, la pobre).
3) Campos del Río. Como me cantaba mi padre cuando
era pequeño (cuando yo era pequeño): "Campos del Río es un pueblo muy
bonito, porque allí viven los abuelos de Juanito...". Y es que Campos es,
a mi parecer (y un poco por el síndrome que he descrito en el punto 2), el
"diamante en bruto" del interior de la Región. Espero que siga
"en bruto" durante mucho tiempo y me alegro infinitamente de que la
gentuza que ideó (y casi ejecutó) la locura de "Trampolín Hills" se
hundiera con el proyecto.
4) Los maravillosos paisajes de la cuenca del Río
Mula. Aquí no hay síndrome que valga. En el tramo Campos del Río-Albudeite-Mula
nos paramos unas doscientas veces para mirar los barrancos con la boca abierta (véase foto).
5) Las gentes de la Región que uno se encuentra en
la vía y con las que es fácil interaccionar, desde a) el señor gordo con música
maquinera de los noventa e indumentaria ciclista profesional que nos rescató en
Alguazas (véase la siguiente sección) hasta e) la señor(it)a de Mula que
confundió a mi hermana con una "cría" del pueblo y que modificó su
trayecto hacia el Mercadona para acompañarnos a la estación de autobuses,
pasando por b) el señor mayor de Campos que nos preguntó si estábamos comiendo cuando
estábamos comiendo en la replaceta del final de la Calle Murcia, c) el grupo de
señoras jóvenes que querían llegar a Bullas andando en tiempo record o d) el
grupo de señoras que criticaba al grupo de señoras jóvenes de c) por ser unas
inconscientes.
Cosas
mejorables
1) La salida de Alguazas. En varios sitios había
leído que la salida de Alguazas era, digamos, conflictivilla. Cuando entramos
en el pueblo comenzamos a ver flechas por todos los sitios, por lo que pensé
que las "autoridades" (quienquiera que sea la autoridad que maneje la
vía) habían puesto solución al tema. Pero no. De repente nos encontramos
pedaleando en la carretera comarcal que va a Campos, que no está muy preparada
para el ciclismo de ocio (aunque tiene arcenes anchos, la verdad). Menos mal
que allí nos encontramos con el señor de la música maquinera-noventera que, muy
amablemente, nos guió hasta que nos pudimos reenganchar a la vía a la altura de
la depuradora. La cosa es que nos perdimos un tramo de la vía verde, lo que al
parecer no estuvo mal del todo, ya que el señor maquinero nos dijo que por ese
trozo hay "perros y capullos".
2) La depuradora. Ya sé que las depuradoras hacen
falta en el mundo actual, y veo normal que se las lleve lejos de los núcleos de
población, pero claro, no es muy agradable respirar sus efluvios mientras uno
hace deporte (o se le pincha una rueda, como al pobre italiano con el que nos
encontramos en aquel paraje). Y no me quiero imaginar lo que es pasar por allí
en agosto.
3) La entrada a Campos del Río. No le encontramos
mucho sentido a ese tramo: cuestas vertiginosas, sendas que se estrechan en la
maleza hasta desaparecer, desvíos por polígonos industriales abandonados... Es
una lástima que aquello esté así con las zonas tan impresionantes que hay
alrededor.
4) El diminuto tránsito. Y es que, pasada La Ribera
de Molina, los caminos estaban prácticamente desiertos de gente. Aún así
sorprende ver a alguien utilizando la vía con la escasa publicidad que se le da
(nadie de mis amigos sabía de su existencia y yo mismo la había descubierto
leyendo el blog de Miguel Ángel Ruiz en La Verdad). Mi deseo, supongo que una
"miaja" utópico, es que "desde arriba" se potenciara un
poco el turismo rural y sostenible en la Región. Aunque quizá no tengamos que
esperar siempre a que se muevan los "de arriba" (nos podemos morir
esperando). Como dice un amigo de Cambridge, llevar a los "guiris" a
Campos (o a Albudeite) a que vivan el provincianismo español en todo su
esplendor sería un puntazo, sobre todo si se promueve que interactúen con la
gente autóctona y se les da bien de comer. Habrá que estudiarlo.
5) ¿Qué ha pasado con la agricultura en Campos del
Río? Es deprimente asomarse desde la replaceta de la calle Murcia al Río Mula y
ver todos los árboles secos. No me valen las excusas de que ya la agricultura
no da dinero (aunque realmente no lo dé). No se puede potenciar el turismo de
interior si no se preservan las actividades que se han desarrollado en la zona
desde hace siglos.
6) El tema del autobús. Nosotros nos volvimos de
Mula a Murcia en autobús, lo que es perfectamente factible. No nos pusieron
problema para meter las bicis al maletero del autocar y el viaje no era muy
caro, creo recordar. Pero señores de Costa Cálida, sería ligeramente conveniente
que pusieran sus tarifas y horarios en internet, que estamos casi en 2014 y no
cuesta mucho esfuerzo. Esto me lleva a pensar que, desgraciadamente, mi deseo
del punto 4) está bastante lejos de hacerse realidad.
Conclusión
El éxito de la Vía Verde del Noroeste (y de
cualquier otra iniciativa similar) está en nuestras manos. Yo animo a todos a
salir a tomar el fresco (o la solana) a uno de los tramos de la Vía Verde y
dejarse conquistar por la belleza casi virginal de la Región de Murcia. ¡Enga!
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