Acaba
de empezar la campaña electoral en España. "Elecciones" municipales y
autonómicas (breve apunte: que las elecciones autonómicas sean en casi todas
las autonomías a la vez me parece una pantomima). Y yo, que llevo ya más de
cuatro años lejos de nuestras fronteras, me dispongo horrorizado a cerrar
Twitter y dejar de leer la prensa hasta dentro de un mes. No sé qué me llevó a
pensar que aquella manera de masacrar a la gente a base de pegadas de carteles
-con fotos llenas de filtros de los "líderes" locales y supremos -,
buzoneos masivos, coches pintados de colores con altavoces al estilo
"afilador", decoración de farolas, abordaje en los parques y demás ranciedades, había pasado
a mejor vida. ¿No había llegado la era del cambio? (breve apunte: el cambio
debe de ser la palabra más prostituida en política después de
"democracia" y "libertad"; ¿hay algo que no sea cambio?
Incluso la misma persona con un peinado distinto supone un cambio, me imagino).
Peor, todo aquello, tan años noventa, ahora nos entra por vía intravenosa a
través de internet, y a un ritmo totalmente inabsorbible, lo que no deja de
ser sorprendente porque al mismo tiempo hay una ausencia total de debates
políticos, de programas de televisión didácticos que intenten educar
democráticamente al pueblo, o de entrevistas a los candidatos con preguntas medianamente inteligentes.
Todo
esto me anima a compartir lo que he experimentado durante las últimas semanas
en Cambridge con motivo de las elecciones generales británicas (breve apunte:
en esta ciudad también se elegía a un tercio de los concejales del
ayuntamiento; este sistema me parece bastante interesante porque va por barrios
y porque cada año hay elecciones en las que se reelige parte de los
representantes de cada uno).
No
podemos decir que la campaña en este país no haya sido mediática. Ni tampoco
que los británicos no sean centralistas. Nos hemos tragado a David Cameron y al
muñeco Ed Miliband hasta en la sopa. Pero la cultura democrática de este país
está muy lejos de la caspa que envuelve todas las cosas en España. Prácticamente
a diario teníamos a los candidatos de los partidos más importantes (no sólo
Conservadores y Laboristas, sino también Verdes, Nacionalistas Escoceses y
Galeses - Irlanda del Norte quedaba casi siempre fuera por razones que merecen
un análisis aparte -, UKIP y Liberales Demócratas) debatiendo entre
ellos o frente a periodistas de distintos medios. No es que crea que un candidato a
primer ministro tenga que tener una imagen o discurso determinados (la verdad
estoy un poco harto de la cultura del palabrerío vacío "hiperpretencioso"
que tantas veces he tenido que sufrir en el mundo de la ciencia), pero sí que
ayuda a entender un programa político que te lo expliquen bien y claro, y estas
apariciones en los medios claramente supusieron la autodestrucción de Ed
Miliband y la ascensión a "salvadora de los desamparados" de Nicola Sturgeon, por
ejemplo.
Sin
embargo, paralela a todo ese despliegue mediático, la campaña electoral en las
calles (de Cambridge, al menos) me ha parecido elegante, respetuosa y digna de admiración. Y eso era lo
que en principio yo quería contar aquí antes de mi ataque verborreico. Ya
sabemos que "en el norte" la gente es un pelín más reservada que los
mediterráneos. Concretamente, en Britania la libertad individual es una de las
máximas socioculturales más máximas (breve apunte: eso de que el liberalismo
está de capa caída por la debacle de los LibDems no se lo cree nadie). Por eso,
en vez de la invasión de mal gusto, aquí se estila lo siguiente (véase foto de
mi calle):
Cada
persona expresa su deseo de apoyar a uno u otro partido de manera libre. No
deja de ser propaganda (y supongo que habrá cierta presión desde los partidos
políticos para que la gente haga este tipo de manifestaciones y cierto
presupuesto para la fabricación y reparto del cartelamen), pero al menos todo queda
en manos de particulares. Además, otra cosa que me llamó la atención fue el
hecho de que se pidiera el voto para los candidatos a representar a Cambridge
en el parlamento (breve apunte: en el Reino Unido hay 650 distritos y en cada
uno se elige como "Common" (diputado) al candidato más votado, lo que
no me parece del todo justo porque no es un sistema muy representativo así a
nivel global) y nunca jamás para los líderes. Es decir, las calles han quedado
totalmente exentas de los caretos de Miliband, Clegg, Cameron y compañía. Esto
me parece importante, ya que en un sistema tan centralista, está bien
recordarles a las personas que quien actuará en nombre de su comunidad en el
parlamento será una persona de dicha comunidad. Así, uno pudo aprender quienes
eran Julian Huppert o Chamali Fernando (supongo que es de democracias
"avanzadas" que ciudadanos de origen inmigrante sean candidatos por
el partido conservador) y el apoyo "popular" de cada uno en los
recurrentes paseos desde casa al trabajo y viceversa.
Vote señora "Fernando", candidata conservadora. No, vote Labour. |
El único cartel que encontré del UKIP en mi excursión en bici por Chesterton. Las cortinas de ganchillo son reveladoras. |
Otro de los verdes, pero este encaja más con los prejuicios. |
Sin
duda, esta manera de hacer política es interesante, pseudocercana y mucho menos
agresiva para nuestra salud mental y el medio ambiente. Ojalá se exporte a
España (¿aceptarían nuestras gentes, todavía reprimidísimas por el efecto
"transición", salir del armario político? O mejor, ¿serían nuestras
gentes capaces de respetar esas declaraciones?. Todo se verá).