Ante el temor de abandonar los "veintipico" de manera prematura y
silenciosa, me ha invadido una especie de fiebre productiva. No, no he
terminado mi artículo científico. Pero sí le he dado uso a un artilugio
que me regalaron ahora hace un año y que sirve para hacer garabatos en
el ordenador. Me he vuelto a dar cuenta de que las tecnologías no pueden
solucionar la falta de talento, aunque al menos he pasado un rato
agradable conmigo mismo y mi creación.
Aquí os presento
el primer y último capítulo de mi cómic "Miserias de una proteína
trans". Habría estado bien que, cuando me dieren uno de mis tantísimos
premios futuros, se dijera eso de "Agapito no se destapó como genialidad
creativa hasta los treinta", pero mira, me ha podido el ímpetu. Por los
pelos. Estoy imparable.
PD:
De todas maneras cuando tenía unos diez años ya "creé". Hice un cómic
basado en Induráin que no sé si sobrevivirá en algún cajón y que, en
todo caso, ya verá la luz cuando sea mundialmente famoso (o ya que
estamos, muerto, por eso de la revalorización).