Dice mi
abuelo que en el barrio chino de Barcelona hay tiendas muy raras. Que por
ejemplo, si a tu muñeca se le rompe un brazo puedes encontrarle recambio allí.
Según mi abuelo, el barrio chino está muy bien para pasar el rato, pero hay que
andar con cuidado ya que a él una vez le robaron la pluma. “Amigo, te compro
esa pluma que llevas ahí”, rememora mi abuelo señalándose el bolsillo de la
camisa. “No, hombre, no la vendo. La necesito yo.” “Pues mira lo que te digo. Cuando
salí del barrio ya no llevaba la pluma. Hay que ver lo bien que lo hacen, es
que no te das ni cuenta”. Y se ríe. Otra de las veces estuvo a punto de que se
la colaran los trileros. “¿No los has visto nunca? Es increíble cómo mueven la
bola de rápido. Y claro, encima utilizan un gancho y te atrapan”. “Yo sabía
dónde estaba la bola...¿o era una piedra?...”, duda mi abuelo por un segundo. “El
caso es que iba a echarles unas monedas pero uno que me estaba viendo me dijo:
eh, tú, que te llaman por allí”... “ni se te ocurra”. “Y luego nos fuimos a
tomarnos un café para disimular”, concluye con mueca de “es lógico”. Todo esto
pasa en el barrio chino de Barcelona, según mi abuelo.
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